viernes, 28 de noviembre de 2014

Historias de La CALLE

   Juan Antonio es un hombre tranquilo y afable, que no tiene prisas para nada. 

sin techo
Sus casi 70 años le proporcionan la experiencia suficiente para saber sobrevivir en la calle sin agobiarse.  Su perro Curro le acompaña cada noche mientras duerme en el cajero de un banco, abierto a la intemperie.

Con su saco y manta sobre un cartón y un cubo de basuras por amario, resiste por ahora, en compañía de su amigo Curro las frías noches del otoño madrileño.

También le acompaña un palo largo de fregona, por si los gamberros le molestan a medianoche.

Nos dice que al mediodía echa una mano colocando las sillas de la terraza de un bar cercano y se gana la comida, y hasta algo de merienda si hay suerte.

Orgulloso de su chándal, que le regaló el Sámur, y de su padre que era un grado en los bomberos, nos deja tomarle unas fotos mientras termina de colocar su improvisado dormitorio, con zapatillas de peluche incluídas, a la par que nos indica, dónde hay otro grupo de personas durmiendo en el atrio de la iglesia que se divisa desde aquí.

Nos preguntamos cómo se levantará mañana Juan Antonio, dónde se lavará cada día; qué desayunará, dónde hará su colada y dónde guardará sus justos enseres para poder salir a conseguir su comida. 

Esperamos que nos lo aclare el próximo día cuando pasemos a llevarle algo de todo ello, y os lo contaremos en el siguiente capítulo...

Mª Paz, es una mujer de 47 años a la que una cruda noche de invierno de hace unos 7 años, nos encontramos tirada en la calle, con muy poca ropa y en unas condiciones lamentables, durmiendo boca abajo en un duro banco sin más compañía que su soledad, y completamente desorientada por los efectos de su adicción, tan frecuente entre las personas de La Calle.

A medida que fuimos conociendo a Mª Paz en los días y semanas sucesivas, nos fue contando la interminable lista de problemas que acumulaba (también frecuentes entre sus compañeros de Calle), que intentamos poner un poco en orden, para ir resolviéndoselos poco a poco, en la medida de nuestras posibilidades: ropa, comida, dinero, salud, papeles, transporte, amigos, deudas, hogar, ideas, familia, teléfono, adicción, etc., etc. De los cuales, aún hoy, colea alguno de ellos por su limitada y difícil colaboración.

Tal vez si tuviéramos más ayuda humana, podríamos mejorar aún más las duras condiciones que la vida le ha deparado, así como las de otras tantas personas que, como ella, luchan cada día por sobrevivir en una ciudad como Madrid, que "parece no carecer de nada".

Ayúdanos a ayudarles, contacta con nosotros en: Ong Solidaridad

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